¿Cómo nos hace nuestra religión? Para no hablar de religión, ¿cómo nos hace nuestra relación establecida con lo otro. Para tal situación hay que preguntarse por cómo es y en que consiste el establecimiento de las relaciones con nuestro más allá. Aquí se dan distintas reacciones y resultados. Por lo general se dan tendencias que se reflejan en la sociedad con decadencia. En otras con una expansión de la vida. Y es aquí y por esto que nos interesa la relación con ese mas allá, con esa otredad, con nuestra parte maldita, el confrontar nuestra condición humana, por que todo aquello llevara a la sociedad, y con eso a la cultura y la civilizacion mas o menos a la decadencia o expansión. El animal humano, viviendo en su sociedad, igual a la manada o al enjambre, logra o no expandir la vida, su vida y especie, y con ello innegablemente las demás especies y todo su entorno con el cual entrama la voluntad y creación de mas vida. Más vida, más o menos decadente. Lo que Nietzsche establece básicamente es que una relación vertical, vale decir con súbditos, enajena, desvirtúa y provoca a la larga decadencia del propio animal humano, debido a lo que Nietzsche ve como una fundamental negación de la vida en su forma de aparecer. La tragedia, es principalmente la afirmacion de la vida. Siguiendo esa misma línea de argumentación, una relación horizontal con los dioses o la otredad, va a necesariamente dar cuenta de una avance notorio en la forma de establecer esta relación. Principalmente debido a que esa otredad, ese ideal y reflejo del propio -yo-, no va a ser como en la relación vertical algo radicalmente distinto a lo mundano o propio al mundo animal humano, y por lo tanto negador de la vida, sino va a ser un reconocimiento y aceptacion de la condición humana. Una semenjanza mas que una identificacion por oposicion. La relación vertical nos hace desear otro mundo, distinto al de aquí, en donde muchas de las cosas indeseables, pero al fin propios al mundo, son negadas, lo cual hace que la vida sea negada y no afirmada en su forma de aparecer, de suceder.
He ahí la diferencia entra Grecia y Roma. Grecia y Roma como metáforas describiendo poéticamente una verdad que relampaguea sin que se le pueda percibir. Al final es de alguna forma muy entramada y lejana, el uso magistral de la metáfora, que aceptado el desencantamiento de la verdad hegeliana, propone un uso descarado y a veces cínico de ésta, pero siempre genuino. Además claro de la poesía, única dama blanca. O gris.