miércoles, 24 de abril de 2013

Segundo extracto de "La noción de compasión en la crítica de la moral de Nietzsche": Compasión y donación en “Así habló Zaratustra”


La compasión, entendida como presencia de pasión ([Mit-leid] o con-pasión), tiene, en la vida y obra del autor, su origen en las enseñanzas de Schopenhauer, y hasta cierto punto también, las experiencias compartidas con Wagner. Intentaremos echar luces sobre ese asunto.

Zaratustra sugiere que los “buenos y justos”[1] odian en primer lugar a aquél que les “destroza sus tablas de valores; al quebrantador, al infractor”[2]. Aun cuando, en perspectiva de Nietzsche, él que destroza sus tablas de valores es realmente el creador. Para Zaratustra se debe: “busca[r] el creador y no cadáveres, y no rebaños ni creyentes (Z “Prólogo”, 9)”. Pero, ¿cuáles son las tablas de valores que Nietzsche quería destruir? Si le queremos creer a Goedert, entonces Nietzsche guía la representación del mundo como obra de un Dios “sufrido y agónico”[3] a partir de su propia experiencia, y más aún, a partir de su propia obra hasta ese momento. Es por esto que aparece la sugerencia de comprender este ejercicio como una forma de romper sus propias y personales tablas de valores.

La situación finalmente gira alrededor de la comprensión del pensamiento trágico. La única forma de decir-sí [Bejahung][4] a la contradicción y al conflicto de manera honesta y real, es que no solamente Zaratustra crezca por encima de sí mismo y ofrezca su “miel” desde adentro (lo cual le significa a Zaratustra retornar derrotado a su montaña), sino que también es el propio Nietzsche quién debe romper sus tablas de valores mediante las enseñanzas del profeta. No puede ser considerado entonces, en perspectivas de Goedert,  como una casualidad que “Así habló Zaratustra” haya sido trabajado por el autor alemán entre 1883 y 1885; esto le otorga el lugar entre “La gaya ciencia” y “Más allá del bien y del mal”. La gran trasgresión se produce, como ya se argumenta en el primer capítulo de manera amplia, con “La genealogía de la moral”; pero es el inicio del proceso de la creación de nuevos valores, que tiene su origen en “Así habló Zaratustra”. Estas ideas no son nuevas ni descabelladas. Ya en su Ecce Homo, Nietzsche nos muestra como este libro representa un quiebre que ya se insinúa en “La gaya ciencia”: “que tiene cien indicios de la proximidad de algo incomparable” (EH “Zaratustra”, 1).

Ahora, más allá de lo fáctico de tal situación encontramos un indicio al cual elijo otorgarle un peso especial por dos razones: Uno, por aquello que representa, y dos, porque la indicación proviene del propio Nietzsche:

Si, por el contrario, cuento a partir de aquel día hacia delante, hasta el alumbramiento [de Zaratustra], que sucedió de manera repentina y bajo circunstancias de lo más inverosímiles en febrero de 1883 – la parte final, esa misma de la que he citado algunas frases en el Prólogo, fue concluida exactamente en la hora sagrada en que Richard Wagner moría en Venecia, – así resultan dieciocho meses de embarazo. (EH “Zaratustra”, 1)

Como es sabido, no solamente Schopenhauer ejerció fuertes influencias sobre el joven Nietzsche, sino también Wagner cumple durante los primeros años un rol de relativa preponderancia. Las referencias son variopintas; pero no se nos debe escapar el hecho, de que Nietzsche y Wagner se fueron alejando, llegando a tal punto de que Nietzsche le dedicara más de un libro entero, exponiendo sus profundas diferencias.[5] Lo fundamental, para nuestros efectos en este caso, es que Nietzsche pareciera posicionar, no sin un mínimo grado de ironía y cinismo, la muerte de Wagner en función del nacimiento de Zaratustra (EH “Zaratustra”, 1). Dicho de otra manera, podemos estar seguros de que Nietzsche nos está sugiriendo una analogía, que bien puede entenderse bajo los preceptos de que no es solamente la persona de Richard Wagner quién muere en tal momento, sino también parecieran ser las enseñanzas y residuos de Wagner en Nietzsche, quiénes mueren con el nacimiento de Zaratustra (EH “Zaratustra”, 2). Fallece Wagner, “se gira el destino del alma, avanza la aguja, comienza la tragedia” (EH “Zaratustra”, 2).



[1] Ibíd. Cabe destacar aquí que “los buenos y justos” se corresponden en ojos de Goedert con una clara referencia a [la moral de] los filisteos. Véase Capitulo primero, apartado 3.1.: “Compasión contra compasión”.
[2] Véase Ibíd. 108. El autor cita a: Z I, “Trasmundanos”.
[3] Ibíd. 33.
[4] Ibíd.
[5] Véase CW y NCW.

jueves, 18 de abril de 2013

Encuentro con el presente: Del olvido a la experiencia


En lo que sigue, trataré de captar en breves palabras la importancia que, y así lo proponemos, es conveniente asignar al presente. Se dijo por ahí que los demás animales (no el ser humano) viviendo en su instinto solamente pueden percibir el presente, y que en consecuencia el pasado y el futuro no existen para ellos. Pareciera ser que, según lo dicho, las nociones humanas de futuro y pasado nacen en y con el lenguaje hablado.

Si tomamos un ejemplo, dícese la hormiga que recolecta comida para el invierno, entonces no es que la hormiga esté realmente en tiempo presente con sus pensamientos y su mente en el futuro, como quizás un ser humano lo estaría. La hormiga aun cuando recolecta para el futuro, está plenamente presente y avocada a la tarea de buscar comida. Aun el invierno no está presente para ella dado que su instinto solamente es capaz de percibir la existencia del invierno cuando sea realmente invierno, y ningún momento antes.

Una aproximación que nos puede servir para comprender el fondo del asunto es pensar por un momento en la importancia que como civilización humana le hemos otorgado a la memoria. La memoria constituye un elemento profundamente humano y si bien debemos aceptar su existencia, su presencia excesiva atrae resentimiento, y finalmente frena lo dinámico del mundo. Frena lo dinámico del mundo, por ejemplo si nos aferramos resentidamente a la idea de que determinada persona no ha fallecido (cuando en realidad si lo hizo). Aun cuando la memoria hasta un cierto punto es necesaria, a partir de un determinado momento toda memoria debe volver a su origen y su origen es el olvido. El olvido es finalmente aquello que le permite a la vida seguir construyendo más vida y luz. Muchos animales son capaces de recordar, digamos el elefante. No obstante esa memoria es otro tipo de memoria, puesto que no es una memoria que le impida realizar su vida, o dicho de otra manera, no es un modo que le impida vivir en el  presente. Solamente el animal humano es capaz de memoria resentida. El opuesto de ello es necesariamente el olvido dinámico. Muchos seres humanos viven situaciones en sus vidas que le impiden olvidar, le impiden finalmente seguir adelante. La única manera de seguir adelante es tarde o temprano abrirse al olvido, abrirse a lo nuevo que se deviene. El primer paso para ello es la apertura al cambio. No sabemos qué es lo que va a pasar, solamente sabemos que va a cambiar y nunca será igual a antes.

                Hermann Hesse logra explicar la importancia del presente de forma magistral en su libro Siddharta, que occidentaliza una mitología de oriente y la mezcla con filosofía moderna. Este libro cuenta la historia de Siddharta Gautama, un joven en su camino a la iluminación. El y su amigo de infancia Govinda deciden dejar la casa de sus padres y salir al encuentro de un buda que estaba de visita en el pueblo. Su amigo Govinda decide quedarse con el buda para de él poder aprender la doctrina que lo llevaría a la iluminación, estado de total comunión con el presente, con el todo. No obstante Siddharta elige irse y le dice: “Ni un momento he dudado de ti, ni un momento he dudado que tú fueras el buda, de que hubieras llegado a la meta, al máximo, hacia el que tantos brahmanes se hallan en camino. Has encontrado la redención. Pero la has hallado con tu misma búsqueda, con tu propio camino, através de pensamientos, meditaciones, ciencia, reflexión, inspiración. ¡Pero no la has hallado a través de una doctrina! Tu doctrina tan clara y tan venerable no contiene un elemento, hay algo que nunca podrás enseñar: el secreto de lo que el majestuoso mismo ha vivido, él solo, entre centenares de miles de personas.”
 
 
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martes, 16 de abril de 2013

Extracto de "La noción de compasión en la crítica de la moral de Nietzsche": Compasión y donación en “Así habló Zaratustra”

( Comienzo segundo capítulo)

Es muy difícil hablar de esta obra en términos generales. Una aproximación planificada nos podrá ayudar a encontrar puntos específicos que nos permitan desentrañar las conclusiones filosóficas y genealógicas (correspondientes a nuestro estudio) que se desprenden de las formas peculiares que tiene Nietzsche de presentar su pensamiento. No obstante, considerando que para el pensador alemán incluso “cada palabra es un prejuicio” (DCS 55), será difícil, sino imposible, evitar caer en generalizaciones.

            Como deberemos recordar, el primer capítulo ofreció una mirada sobre la compasión que de manera inicial apunta a desglosar la crítica de la compasión cristiana sobre todo en “La genealogía de la moral”; pero en su desarrollo final se aprecian argumentos que parecieran apuntar hacia una especie de entendimiento amplio del concepto de compasión. Este entendimiento, se considera de carácter amplio, debido a que logra integrar la compasión en tanto que expresión de un amor supuestamente honesto en una competencia agonal con los estudios genealógicos que desnudan un tipo de compasión deshonesto, instrumental y trasfondo de una forma mala de amor a sí mismo (Z I, “Prójimo”). Ahora, intentando comprender, nos debemos formular primero la pregunta, ¿de qué manera se podría manifestar en Nietzsche esa otra cara de la compasión? E incluso ¿hasta qué punto, las lecturas que se pueden hacer de ese tipo de inclinación hacia el otro, son extrapolables a la donación, la amistad o el instinto no-egoísta? Más aun, será imposible para nosotros esquivar el asunto que en el trasfondo pareciera como más importante. Aquí se está sugiriendo que cabría hacerse la pregunta si ¿acaso tanto en su crítica a la compasión de la moral de los filisteos, como en sus propuestas de la compasión y la donación presentes en “Así habló Zaratustra” entre otros, se podría apreciar una voluntad de transvalorar, o aportar a una transvaloración de todos los valores [Umwertung aller Werte]? Dicho de otra manera, se podría pensar que Nietzsche mediante su crítica a la compasión cristiana, intenta cambiar el sentido impregnado al término, y poner de manifiesto una compasión que excede a la noción cristiana, y tal compasión es propuesta aquí bajo la lectura de la compasión en tanto que amor.

            La compasión aparece en su acepción alemana [Mitleid] más de cincuenta veces mencionado en “Así habló Zaratustra” (bastante más). Solamente de este hecho se válida la suposición de que la compasión como concepto de estudio adquiere una importancia especial. Pero antes de poder tratar con el discurso mencionado de “Así habló Zaratustra”, debemos establecer ciertos criterios, a modo de lineamiento general, que de esta manera deberán inducir a una interpretación plausible del apartado mencionado, y así del rol de la compasión en lo que se considera una de sus obras principales.
En el presente punto queremos hacer hincapié en algunos asuntos específicos que nos ayudarán a comprender de mejor manera el rol de la compasión en esta obra. Cabe destacar aquí, que el proceso que llevaremos adelante, no se corresponde con una selección arbitraria o al azar de las temáticas por parte del autor. Al contrario, la intención es sostener la argumentación en opiniones autorizadas, en tanto que hayan formulado avances en la temática aquí propuesta. En este sentido, no solamente basta con proponer la lectura de un autor que haya analizado “Así habló Zaratustra”, sino debe necesariamente también efectuar un acercamiento hacia el terreno moral de la compasión y la piedad. Georges Goedert es uno de los pocos investigadores que ha dedicado una obra extensa al exclusivo tema de la compasión en Nietzsche. De manera correcta, a mi entender, Goedert entiende que el debate o la disputa [die Ausseinandersetzung][1] que sostiene Nietzsche a lo largo de prácticamente toda su obra con la noción de la compasión, tiene su origen en su relación con Schopenhauer.[2] En la tesis fundamental del libro encontramos un intento por documentar la superación de la compasión y de Schopenhauer por parte de Nietzsche. Al indagar específicamente acerca de la compasión en “Así habló Zaratustra”, Goedert señala:
En Zaratustra, Nietzsche guiará la comprensión global de su obra primeriza, hacia su propio sufrimiento. Por eso se da, entonces, la representación del mundo como obra de un Dios sufrido y agónico (…). No obstante, con su escritura se adelantaba a su presente. Si es que todos los “trasmundos”, están respaldados en “penalidad” y “tormento”, inclusive los de “El nacimiento de la tragedia”, y si Zaratustra, el sufrido, para superarse llevara sus cenizas primero a la montaña para inventarse una llama más brillante, a modo tal que el “fantasma” —es decir Dios— se desvaneciese, entonces podría, por su parte, la postura afirmativa hacia el sufrimiento, hacia lo contradictorio y conflictivo, en resumen hacia lo trágico, que atraviesa todo el libro, contemplarse en el autor como una superación-de-si-mismo, parecido por lo demás a aquello que representa su obra “Así habló Zaratustra”. [3]
La compasión es puesta aquí en un plano que para nosotros debería resultar relativamente nuevo. El término, y aún más, el constante estudio del mismo, es remontado aquí por Goedert a una dimensión personal para con el autor. A modo de una buena comprensión del párrafo citado, debemos entender que el autor acepta la relación de equivalencias que se puede sostener entre Zaratustra y el propio Nietzsche.[4] Más aún, Goedert sostiene que las equivalencias tienen como finalidad última, una profundización del pensamiento trágico. Por tales motivos, Nietzsche, quién también es considerado por Goedert, al igual que Zaratustra, como el sufrido, o el atormentado; para superarse, y crecer por encima de sí mismo [Über-sich-Hinauswachsen][5] debe llevar sus propias cenizas a la montaña, y así inventarse una llama más brillante que produzca el desvanecimiento de ese fantasma, de ese Dios. Solamente de esta manera, (vale decir en la afirmación del propio ocaso, en el deseo del ocaso de su compasión schopenhaueriana, que se ve reflejado en la vida y obra del profeta Zaratustra) puede salir a la luz la nueva llama, más brillante; tal vez como la compasión en tanto que amor honesto, “voluntad de poder” o el “eterno retorno”.
(...)


[1]Die  Auseinandersetzung;  compuesto por Auseinander- que quiere decir separado o aparte, y -setzung que tiene origen en el sustantivo Satz, que en este sentido debe ser comprendido como movimiento o frase.
[2] Goedert, Nietzsche der Überwinder. Apartado 1, 2 y 3.
[3] Ibíd. 33. Dado que no existe traducción al español de dicho texto, he considerado oportuno ofrecer una traducción del mismo. El texto original dice: “Im Zaratustra führt Nietzsche die Gasamtkonzeption seines Erstlingswerkes auf eigenes Leiden zurück. Daher also die Darstellung der Welt als des Werkes eines leidenden und zerquälten Gottes (…). Mit seiner Schrift war er aber bereits seinem damaligen Zustand voraus. Falls nämlich alle “Hinterwelten” zurückzuführen sind auf “Leiden” und “Unvermögen”, inklusiv die der Geburt der Tragödie und Zarathustra sich, den Leidenden, erst überwinden, seine Asche zu Berge tragen und sich eine hellere Flamme erfinden musste, damit das “Gespenst” — also der Gott — von ihm wich, dann darf ihrerseits die bejahende Haltung zum Leiden, zum Gegensätzlichen und Konfliktuellen, kurz zum Tragischen, die das ganze Buch durchzieht, bereits als ein über-sich-Hinauswachsen beim Autor selbst angesehen werden, ahnlich demjenigen übrigens, das sein Werk Also sprach Zaratustra darstellt.“
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
 

lunes, 8 de abril de 2013

Adelanto

Acabo de recordar lo que había sucedido realmente anoche. No lo podía creer, y seguramente el lector tampoco podrá, pero puedo asegurar que la experiencia ha sido real. Ocurrió cuando iba rumbo a la casa de mi abuela, de mi infancia. Queda más allá de la plaza Bismark. Pero yo aun no llegaba y pasada la calle Camila, que baja directo hacia el plan de la ciudad, me encontré con una calle que nunca había realizado antes…

                No recuerdo esta calle, murmuraban mis pensamientos. En el momento mismo, cuando me preguntaba porque no había antes conocido tal calle, en tal trayecto tan conocido y habitual, escucho el sonido lejano de una Guitarra. El sonido se asomó unos diez metros más abajo, calculaba yo, por la puerta entreabierta de una casa que se encontraba al costado correspondiente al oeste.

                Detenido donde estaba, en la vereda este, carcomida por los años, los choques, los terremotos y la lluvia, decidí bajar unos metros para ponerme a la altura del sonido. Sonaba una guitarra folclórica con un arpegio en sol y una voz femenina con un timbre conocido. Cierro los ojos, para tratar de recordar. El sonido es envolvente, y aunque distante, tan claro que despejaba la noche fría y oscura en el puerto.

                Al abrir los ojos una extraña sensación me sobrevino, que me hizo mirar a mí alrededor buscando ubicación, o alguna otra cosa que no lograba hallar. Lo traté de buscar en la cercanía y no lograba ubicarlo. Traté de mirar a lo lejos y hacia el norte solamente había Mar y humo. Mire hacia los cerros en el sur y me di cuenta de un detalle.

Las luces de las casas en los cerros más alejados del plan de la ciudad  habían desaparecido. El bosque ahora se asomaba mucho más debajo de lo habitual. Ya detrás de las primeras casas del otro lado de la Avenida se asomaban praderas y bosques. Observé las luces de las lámparas de la calle y éstas ya no estaban, en su lugar había ahora unas estructuras con lámparas que funcionaban con parafina. Más allá, estaba estacionada una antigua Renoleta, de cuya presencia no me había percatado. La música sonaba ahora más fuerte, creo que el plan estaba menos ruidoso ahora.

No podía explicarme lo que había sucedido. Me encontraba anonadado de sensaciones, y seguía escuchando el canto tan conocido junto a la guitarra folclórica. Se asomaba detrás de una puerta de una casa simple, debe ser la cuarta o quinta bajando desde Avenida Alemania. La puerta era de madera y tenía algunas terminaciones finas. La casa de color celeste, blanco o beige, no podía yo saberlo con certeza. La curiosidad me intrigaba y ahora estaba yo a dos metros de aquella puerta que se encontraba entre-abierta. Lancé una última mirada en dirección al océano y me di cuenta que los buques militares, “estacionados” en el molo tradicionalmente, ya no estaban. Dándome cuenta de lo que estaba viviendo, me di cuenta que yo debía entrar en aquella casa. La puerta entre-abierta era un símbolo, un signo, un indicio y me decía debes entrar. Aunque comúnmente no se entre a casas ajenas, si es que no se es un ladrón de moradas, era esta una ocasión fuera de lo común.