lunes, 27 de septiembre de 2010

Encuentro conciliador, Pimera Parte

Desapariciones y Apariciones
Acabo de recordar lo que había sucedido realmente anoche. No lo podía creer, pero todo indica que la experiencia ha sido real. Ocurrió cuando iba rumbo a la casa de mi abuela, de mi infancia. Queda más allá de la plaza Bismark. Pero yo aun no llegaba y pasada la calle Camila, que baja directo hacia el plan de la ciudad, me encontré con una calle que nunca había realizado antes…
No recuerdo esta calle, murmuraban mis pensamientos. En el momento mismo, cuando me preguntaba porque no había antes conocido tal calle, en tal trayecto tan conocido y habitual, escucho el sonido lejano de una Guitarra. El sonido se asomó unos diez metros más abajo, calculaba yo, por la puerta entreabierta de una casa que se encontraba al costado correspondiente al oeste.
Detenido donde estaba, en la vereda este, carcomida por los años, los choques, los terremotos y la lluvia, decidí bajar unos metros para ponerme a la altura del sonido. Sonaba una guitarra folclórica con un arpegio en sol y una voz femenina con un timbre conocido. Cierro los ojos, para tratar de recordar. El sonido es envolvente, y aunque distante, tan claro que despejaba la noche fría y oscura en el puerto.
Al abrir los ojos una extraña sensación me sobrevino, que me hizo mirar a mí alrededor buscando ubicación, o alguna otra cosa que no lograba hallar. Lo traté de buscar en la cercanía y no lograba ubicarlo. Traté de mirar a lo lejos y hacia el norte solamente había Mar y humo. Mire hacia los cerros en el sur y me di cuenta de un detalle.
Las luces de las casas en los cerros más alejados del plan de la ciudad habían desaparecido. El bosque ahora se asomaba mucho más debajo de lo habitual. Ya detrás de las primeras casas del otro lado de la Avenida se asomaban praderas y bosques. Observé las luces de las lámparas de la calle y éstas ya no estaban, en su lugar había ahora unas estructuras con lámparas que funcionaban con parafina. Más allá, estaba estacionada una antigua Renoleta, de cuya presencia no me había percatado. La música sonaba ahora más fuerte, creo que el plan estaba menos ruidoso ahora.
No podía explicarme lo que había sucedido. Me encontraba anonadado de sensaciones, y seguía escuchando el canto tan conocido junto a la guitarra folclórica. Se asomaba detrás de una puerta de una casa simple, debe ser la cuarta o quinta bajando desde Avenida Alemania. La puerta era de madera y tenía algunas terminaciones finas. La casa de color celeste, blanco o beige, no podía yo saberlo con certeza. La curiosidad me intrigaba y ahora estaba yo a dos metros de aquella puerta que se encontraba entre-abierta. Lancé una última mirada en dirección al océano y me di cuenta que los buques militares, “estacionados” en el molo tradicionalmente, ya no estaban. Dándome cuenta de lo que estaba viviendo, me di cuenta que yo debía entrar en aquella casa. La puerta entre-abierta era un símbolo, un signo, un indicio y me decía debes entrar. Aunque comúnmente no se entre a casas ajenas, si es que no se es un ladrón de moradas, era esta una ocasión fuera de lo común.
Para llegar a la puerta se deben subir dos escalones, después de lo cual empujo la puerta levemente para lograr escuchar con mayor claridad. Yo no conocía el tema que estaban tocando. Parecía mucho mas una improvisación, ya que no tenía una letra clara. Se trataba evidentemente de un tarareo. Con la puerta abierta y conmigo ya mitad adentro de la casa, logro divisar un pasillo, de unos tres metros de largo y hacia su final se notaba una pieza iluminada. Para acceder a esa pieza no había que traspasar ninguna puerta, el pasillo parecía dar directamente hacia ese lugar. A mi derecha había una puerta entre abierta, que estaba hecha de madera y en cuyo centro se encontraba un vidrio a través del cual podía divisar la cocina. El pasillo era de color claro, no había pintura, en su lugar había un tapete sesentero.
La música se hacía ya muy clara y el ritmo era folclórico, cueca y tonada. Decidí avanzar por el pasillo, para lograr asomarme al final y divisar así aquella voz, que tan conocida me parecía.
La luz se hacía más intensa, y era de color amarillento. Era menguante en un muro y en el otro se notaba que tiraba sombras fijas. Justo antes, en el momento justamente anterior a asomarme y revelarme los misterios, se me paso por la cabeza que ya sabía todo aquello que iba a ver. Ya sabía yo que aquella vos pertenecía a Violeta, que aquel arpegio en la guitarra tenía que corresponder a Víctor.
Me asomo y en aquel mismo instante mis ojos cruzan primero con los de Violeta y después con los de Víctor, al cabo de aquel momento la música cesó en la guitarra de Víctor, y también lo hizo en la voz de Violeta. Nos quedamos mirando unos 15 segundos sin decir absolutamente nada. Al cabo de aquel momento Violeta me saludó. Y también lo hizo Víctor. Les repliqué el saludo con un asombro desbordante. Se trataba de una fusión absoluta entre la realidad como el mundo de lo real y el mundo de los sueños o de lo onírico.

martes, 21 de septiembre de 2010

El ¡Sé tu mismo! en Nietzsche


Extracto de: De Schopenhauer como educador

Autor: Friedrich Nietzsche


Al preguntársele cuál era la característica de los seres humanos más común en todas partes, aquel viajero que había visto muchas tierras y pueblos, y visitado muchos continentes, respondió: la inclinación a la pereza. Algunos podrían pensar que hubiera sido más justo y más acertado decir: son temerosos. Se esconden tras costumbres y opiniones. En el fondo, todo hombre sabe con certeza que sólo se halla en el mundo una vez, como un unicum, y que ningún otro azar, por insólito que sea, podrá combinar por segunda vez una multiplicidad tan diversa y obtener con ella la misma unidad que él es; lo sabe, pero lo oculta como si le remordiera la conciencia. ¿Por qué? Por temor al prójimo, que exige la convención y en ella se oculta. Pero, ¿qué obliga al único a temer al vecino, a pensar y actuar como lo hace el rebaño y a no sentirse dichoso consigo mismo? El pudor acaso, en los menos; pero en la mayoría se trata de comodidad, indolencia, en una palabra, de aquella inclinación a la pereza de la que hablaba el viajero. Tiene razón: los hombres son más perezosos que cobardes, y lo que más temen son precisamente las molestias que les impondrían una sinceridad y una desnudez incondicionales. Sólo los artistas odian ese indolente caminar según maneras prestadas y opiniones manidas y revelan el secreto, la mala conciencia de cada uno, la proposición según la cual todo hombre es un milagro irrepetible sólo ellos se atreven a mostrarnos al ser humano tal y como es en cada uno de sus movimientos musculares, único y original; más aún, que en esta rigurosa coherencia de su unidad es bello y digno de consideración, nuevo e increíble como toda obra de la Naturaleza y en modo alguno aburrido. Cuando el gran pensador desprecia a los hombres, desprecia su pereza, porque por ella se asemejan a productos fabricados en serie, indiferentes, indignos de evolución y de enseñanza. El hombre que no quiera pertenecer a la masa únicamente necesita dejar de mostrarse acomodaticio consigo mismo; seguir su propia conciencia que le grita: «¡Sé tú mismo! Tú no eres eso que ahora haces, piensas, deseas».
Toda joven alma oye este grito día y noche y se estremece, pues presiente la medida de felicidad que, desde lo eterno, se le asigna cuando piensa en su verdadera liberación; mas de ningún modo alcanzará esa felicidad mientras se halle unida a la cadena de las opiniones y el temor. ¡Y qué desolada y absurda puede llegar a ser la vida sin esta liberación! No existe en la Naturaleza ninguna otra criatura más vacía y repugnante que el hombre que se aparta de su genio y no mira sino a derecha e izquierda, hacia atrás y al horizonte. Al final, es completamente ilícito atacar a un hombre así, pues no es más que envoltura exterior carente de contenido, una vestidura ajada, pintarrajeada, hinchada, un espectro aureolado que no suscita temor ni compasión. Y si con razón se dice del perezoso que «mata el tiempo», habrá que cuidarse seriamente de que un periodo, una época, que cifra su salud en la opinión pública, es decir, en las perezas privadas, muera realmente de una vez; quiero decir, que se la suprima de la historia de la verdadera liberación de la vida. Qué grande debe de ser la repugnancia de las generaciones futuras al ocuparse de la herencia de una época en la cual no regían hombres vivos sino apariencias humanas con opinión pública; por eso, probablemente nuestro tiempo será, para alguna otra lejana edad posterior, el más oscuro y desconocido, en tanto que el periodo más inhumano de la Historia. Camino por las calles nuevas de nuestras ciudades y pienso que de todas esas casas horribles que ha construido la generación de los que opinan públicamente no quedará nada en pie dentro de un siglo, y que también entonces se habrán derrumbado las opiniones de esos constructores de casas. En cambio, grande es la esperanza de quienes no se consideran ciudadanos de estos tiempos; y es que, si lo fuesen, habrían contribuido a matar su tiempo, y con su tiempo se habrían hundido; mientras que, por el contrario, ellos no querían sino que su época despertara a la vida, a fin de existir en esa misma vida. (...) (pág.: 1-2)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Lo-que-no-está-ahí

Pensemos en las cosas que no existen. Tenemos cierta noción de que no existen. No quiero enredar inútilmente, pero chocamos con el hecho de que estamos hablando de ellas, es decir, de alguna manera están existiendo. Quisiera decir, referido a ello como algo mas real, y no sé realmente si podemos señalar eso como mas real que lo otro. Entonces especifiquemos.

Si yo digo que Truman existió en la realidad, así como lo manifiesta la película, y con todas sus características, entonces estaría mintiendo. Pero es real en cuanto palabra, lenguaje, concepto; construcción lingüística. Entonces se da en algunas ocasiones, que existen estas construcciones, atribuíbles a la imaginacion humana, y se podría filosofar sobre qué es lo que está proyectando implícitamente. Es decir que relación habría por ejemplo entre el deseo oculto, inconsciente, y aquello que se esta construyendo, imaginando. Y podremos hacer entonces un interesante juego entre relacionar características de la invención, con características de las sociedades estadounidense y la imperancia de un paradigma determinado. Podremos por ejemplo encontrar rasgos propios de nuestras carencias, de nuestras sobras, de cómo logramos aislar masivamente las mismas ideas, y levantar a otras a un nivel tal que construcciones imaginarias parecieran materializarse en la realidad. Es decir, la sociedad se esfuerza por hacer aparecer todas las pruebas (proofs, Ginzburg) que componen o que debieran finalmente componer al objeto en la realidad, de una manera y con rasgos kantianos. Es decir la suma de pruebas que verifican que tal construccion imaginaria, ha perdido su condición de tal para materializarse a una realidad o espacio diferente, aunque compartiendo el mismo tiempo. Sin embargo obviamente estamos desde el observador que se ha dado cuenta de esta operación, y queremos saber el porqué de éste esfuerzo, que en últimos términos es como debiéramos saber infructuoso por que en últimos términos se trata de algo proveniente de la imaginacion.

Si imaginamos una sociedad abarrotada, de carácter imperialista (Negri), sin grandes industrias, dedicados cien por cien a los servicios, y/o a la satisfacción de necesidades inmateriales, la repartición de afectos, el arreglo de pequeños mundos subjetivos, entonces bien cabe la pregunta de a que responde de querer ver-ahí, lo que yo se que no-está-ahí. De querer probar a toda costa que tal materialización se ha producido, y que se den reportes de que se ha visto a pie grande allá, que se le ha tomado un vídeo, que tenemos sus pisadas y podemos calcular que tamaño tiene, cuanto pesa, de que parte de la cadena evolutiva proviene, etc.

No será mas bien que queremos ver algo que de no existir dejaría un vacío que no hemos podido llenar ni con el Imperio ni con nuestras construcciones religiosas. Algo que nos atañe profundamente como especie humana. Y según mi parecer esta referida a la dicotomía experienciada por nosotros entre Bestia y Humano, entre Instinto y Razón. El lugar en el cual estamos eternamente atrapados. La voluntad de volver al Instinto versus la voluntad de civilizar al humano animal. Pie Grande es la graficacion de ese deseo. Bueno por lo menos en parte, en lo que lo atañe a él como construccion imaginaria. Un ser dotado de una cuasi-razón, capaz de conservar y criar familias, pero de al mismo tiempo capaz de vivir en la Wildniss o en lo salvaje.

Dejo cómo ultima reflexión el hecho de asumir que hemos hecho contacto con extraterrestres, o de ser visitados por ellos, o de simplemente dar por hecho de que éstos existan. En ese caso no necesariamente estamos hablando de una construccion de nuestra imaginacion, es decir, aquellos que dibujamos son sí productos de nuestra imaginacion, pero estos como idea de especie, como idea de otredad, idea de lo alterno pueden estar-ahí. Lo curioso es preguntarnos por que desde antes nos esforzamos en ver-ahí, lo que aun no está-ahí.