martes, 31 de agosto de 2010

Voluntad ver


"(...) Ustedes no se han buscado: Y ahí me encontraron. Así lo hacen todos los creyentes, por eso hay tan poco con los credos."

Friedrich Nietzsche




Que la verdad te va a sesgar,

es sesgo de su propia voluntad,

de alcanzar su propia verdad

e imponerla a todo dar.


¿Que es entonces lo que nombramos

lo que deseamos y proyectamos,

si no es fruto de lo que sembramos?

Es el sesgo propio de vivir.


¿Cual es por consiguiente

lo que es de veras y lo que miente

si no es en todo momento

lo que cada uno de nosotros siente?


¿Que va más allá de lo que intuyes,

si no es hacia donde crees que fluyes?

Es un punto desconocido

en un espacio inexplorado.


Pierdes entonces la mente rezando,

y que aquel lugar escondido esté

de acuerdo a tu mente y a tu alma,

y así no desesperar en vida, perdiendo la calma.

lunes, 30 de agosto de 2010

El entimema a través de Ginzburg a la modernidad

Parte 2 ó la mentira como ilusion (...continuación)
Ahora, debo recordar necesariamente, que es el propio Ginzburg quién se resiste a la crítica positivista de apreciar la historia como una narrativa, e igualar el trabajo del historiógrafo, al de un novelista. Sin embargo pareciera no poder realmente escapar junto con la historia hacia la verdad o hacia la búsqueda constante de ella. No creo que sea importante salvar lo insalvable. Hoy no somos capaces de vivir sin formarnos una imagen del mundo. Pero así como el mundo se grafica para nosotros en una imagen, así también nosotros buscamos incesantemente encontrar nuestra propia ubicación en el mundo. Formarnos imágenes de nosotros mismos en el mundo, y aunque éstas pudieran estar erradas a causa de no tomar en cuenta gran parte de la argumentación, no es eso lo que vale. No es tan importante las-cosas-como-son-realmente, frente a las-cosas-como-yo-elijo-verlas. Estamos de la misma forma expuestos a la verdad y a la mentira, como lo está el trabajo historiográfico, o el trabajo judicial. El crimen cometido a una pequeña niña requiere de un culpable. Y la sociedad lo requiere. No importan tanto las atenuantes cómo sí lo hacen las agravantes. ¿Cuántas veces ya, hemos escuchado de errores en las asignaciones de culpa en crímenes en los Estados Unidos de América, en donde las cortes han ordenado una ejecución, no teniendo la argumentación completa?
Hablaré ahora de la prueba. Sin embargo lo voy a hacer nuevamente desde Ginzburg, quién diferencia dos tipos de demostrar que quién habla (el juez o el historiador), habla con proofs. Por un lado encontramos la proof clásica, en la labor que no recaía en el historiador sino en el anticuario; es decir “Collecting proofs was, until the mid-eighteenth century, an activity practiced by antiquarians and erudits, not by historians ”. Y por otro lado encontramos que “Within the classical tradition, historical writing (and poetry as well) had to display a feature the Greeks called enargheia, and the Romans, evidentia in narratione: the ability to convey a vivid representation of characters and situations” .
Ginzburg lo que está tratando de investigar en profundidad en el texto citado es el problema que atañe a la verdad histórica; y rechaza por igual los dos extremos que él ha denominado positivismo por un lado, aquellos que se preocupan por la interpretación neutral de los documentos, y por otro lado la sofisticada interpretación de la prueba como lo representado (aquello que representa). Ginzburg se ubicará en una, para él tercera vía, que implica la consideración de lo representado, en cuanto a su condición de probabilidad, excluyendo así la radicalidad del juicio. Más allá de la solución probable que encuentre Ginzburg a este punto en particular, el conflicto que surge es más entramado de lo que podríamos llegar a pensar. Las conexiones entre el entimema y el concepto de verdad histórica, así como su relación con las verdades y las formas de concluirlas en los ámbitos de la justicia actual distan mucho de poder ser adscritas a una u otra tendencia. Si bien el ejemplo que Ginzburg trabaja y defiende, en el caso de la auto-inculpación de Leonardo Marino, que dejaría al descubierto procedimientos irregulares (o en su defecto, que no se condicen con el enfoque positivista atribuido generalmente a los sistemas judiciales) ayuda a entender por partes la presencia de una argumentación incompleta generadora de verdades en un sistema judicial, nos nubla y oscurece aquello referido al ámbito historiográfico.
Vuelvo ahora sobre el asunto de la verdad en las mal, –o bien, llamadas narraciones históricas. El problema judicial, o modelo de justicia, como ya he señalado influye en el trabajo historiográfico. En una interesante crítica que le hace José Fernández Vega en su breve ensayo “La escoba en la balanza” , éste señala hasta cierto punto un grado de inconsistencia al analizar lo que él denomina la neutralidad valorativa. Inconsistencia sobre la cual no profundizaré mayormente. Recogeré de todas maneras el debate que acarrea el reconocimiento de los problemas asociados a la neutralidad valorativa. La dificultad de tener un juez (sea un juez de justicia o un juez de la historia) supuestamente neutro acarrea, que todo aquello que hace presuponer y que potencialmente sea fruto de una no-neutralidad, cae automáticamente en un terreno oscuro sin análisis. Por lo que debemos en primer lugar asumir que tal neutralidad en algunos aspectos es totalmente ficticia. Ficticia porque, aun suponiendo que los jueces de la justicia son los más neutrales o debieran serlo, la crítica de Ginzburg al sistema judicial italiano, basado en el caso del asesinato del comisario Calabresi, deja en claro que el precepto judicial “in dubio pro reo” se ha invertido a “in dubio pro re publica” .
Para poder ver la verdad parcial que se trasluce a raíz de estas declaraciones en nuestro propio sistema judicial, bastaría con observar e investigar detenidamente los procesos que se llevan en contra de comuneros mapuches, a quienes se les ha aplicado una ley (ley de seguridad al interior del estado, ley anti-terrorista) residual de una concepción de estado autoritaria. ¿Cuál es entonces la real cara de la neutralidad valorativa que tanto defendía Max Weber? ¿Y cuál es su rol en la historiografía, o mejor formulado, como se comportan los que escriben historia frente a este precepto moral? Vamos por partes.
Tal neutralidad valorativa es un ideal que en la realidad no logra imponerse como su descripción ideal lo señala. En la realidad este concepto se estira, se encoje y se adapta políticamente sin problemas a aquellos que tienen la potestad de juzgar, y sobre todo a aquello que la re publica debe juzgar (cómo un deber ser). Existe entonces para aquellos que se dicen neutros, una concepción política sobre el estado de las cosas, y una verdad como ideal que desequilibran la balanza a favor de los que algunos dirían son los más, y en desmedro de aquellos que generan un contra-discurso o pretenden deslegitimar una hegemonía estatal. Siguiendo el puente que nos indica el propio Ginzburg entre jueces (de la justicia) y jueces (historiadores), acerca de la probabilidad de lo que puede representar la proof, excluyendo por tanto la certeza, encontraremos el mismo dilema pero del lado de la verdad histórica. ¿Qué nos puede hacer pensar en la existencia en el caso de la historiografía de tal neutralidad? Cómo anteriormente señalado, ahora tampoco voy a ser radical y acusar a todos los jueces (historiadores) de ser moralmente doble estándar cómo para mentir acerca de su neutralidad, pero si voy a poner en duda la intención que tienen de reconocerse en esa neutralidad.
El entimema se sigue reflejando en la imposibilidad de su neutralidad, es decir está presente en la voluntad de pasar por alto indicios (que caen fuera del modelo judicial o historicista), ya que ésta voluntad de ilusión, ésta necesidad de formar una imagen más completa de lo juzgado, no es otra cosa que la política de pasar por alto indicios que contravengan la construcción o edificación conceptual desde la cual se está argumentando. Vaihinger destacaría lo siguiente de Nietzsche: “Mi filosofía es un platonismo invertido: cuanto más se aleja de la realidad verdadera, se torna más pura, más bella y mejor. Vivir en la ilusión como el ideal ” después agrega también de Nietzsche: “Nuestro edificio-de-fantasía idealista es también parte de la realidad y debe aparecer en su carácter ”. Es decir, confirmando lo señalado al inicio de este ensayo, no es que haya una mano negra detrás de estos pasar por alto de la justicia moderna, o por lo menos no es una mano negra consciente. Nietzsche descubre que no es posible escapar de las ilusiones de la realidad. Que éstas ilusiones o pasadas-por-alto son más importantes y puros que la propia realidad. Quizás en tono menos radical que Nietzsche, son estas alteraciones y entimemas los que construyen las verdades históricas, guiados por un espíritu del Como-si y no por un espíritu de maldad y/o mano negra.
Heidegger en su “Caminos de Bosque” echa luces sobre lo que atañe las verdades (y mentiras) de la historia moderna señalando:
“El entretejido de ambos procesos, decisivos para la esencia de la Edad Moderna, que hace que el mundo se convierta en imagen y el hombre en subjectum, arroja también una luz sobre el proceso fundamental de la historia moderna, el cual, a primera vista, parece casi absurdo. Cuanto más completa y absolutamente esté disponible el mundo en tanto que mundo conquistado, tanto más objetivo aparecerá el objeto, tanto más subjetivamente o, lo que es lo mismo, imperiosamente, se alzará el subjectum y de modo tanto más incontenible se transformará la contemplación del mundo y la teoría del mundo en una teoría del hombre, en una antropología ”.
Esta objetivización como proceso fundamental de la historia moderna pone en otras palabras al sujeto como motor protagonista de la historia; cómo tal está expuesto a lo que Nietzsche denominará “la voluntad de ilusión”, la cual se refleja en los modelos con argumentación incompleta ya analizados. No se puede generar un sentimiento de culpa hacia quienes son individuos dentro de un modelo de justicia o dentro del proceso fundamental de la historia moderna, ya que la neutralidad valorativa es un precepto ideal, y cómo ideal en la realidad diferente a cómo se ha constituido tal deber ser; el individuo debe decir que tal neutralidad existe, ya que la voluntad de ilusión de ella existe. Se constituye de la forma cómo-si su actuación en verdad lo fuere (valorativamente neutral). Sin embargo la presencia de la neutralidad valorativa en las verdades históricas y en las verdades que establece el juez no puede ser tomada per se, cómo una verdad absoluta. Deberemos entenderlo como Ginzburg lo sugiere, una condición de probabilidad, una verdad en construcción. Un algo, que se asemeja mucho más a ciertas creencias metafísicas, en cuanto ilusión constante; pero que sin embargo debe diferenciarse por completo de un algo tautológico, ya que de ésta forma no estamos en presencia de una concha vacía, sino más bien en presencia de metáforas llenas de significados, que significan, aparentemente nuestra época, como imágenes.
La verdad en la historia no existe en sí misma. La esencia de la historia no es por lo tanto accesible, y el debate que Ginzburg pretende sostener, defendiendo la búsqueda de la misma como actividad central del historiador, y no querer aceptar la critica positivista (señalada como positivista por el propio Ginzburg) que expone, como ya lo he manifestado anteriormente, al historiador como un narrador, resultaría no mayormente útil. Esto principalmente debido a que, a mi modo de analizar el asunto, lo que Nietzsche o los positivistas están diciendo, no es que el historiador como individuo sea en realidad un cuenta-cuentos o un narrador mentiroso, sino que está revelando la existencia de dicha ilusión en un ámbito histórico (con implicancias judiciales, como ya visto). Es decir nos está tratando de transmitir que la esencia del trabajo del historiador, no es en realidad necesariamente la que éste pretende que sea. Éste obviamente debe pretender que es otra cosa que solamente un constructor de estructuras de valoración. Las verdades históricas son muy cambiantes y estos cambios son impredecibles; son de la misma forma ilusiones de realidad, favorecen las imágenes del mundo, requieren de los entimemas que omiten realidades para favorecer las construcciones y mantención de estructuras de pensamiento. Y esto es algo que no se dice antes; no puede decirse antes. Puede solamente ser desenmascarado, como Nietzsche o Heidegger lo pretenden hacer. Y tampoco es que Nietzsche lo desenmascare para generar o tratar de generar perjuicios, ya que finalmente Nietzsche se ubica del mismo lado:
“Este párrafo nos lleva directamente a aquellos pensamientos de Nietzsche que pudiéramos llamar los inicios de una Metafísica del Como-si; de la cuestión de saber que parte juega la ilusión en la totalidad de los sucesos cósmicos y como éstos sucesos cósmicos a partir de los cuales se desarrolla necesariamente la ilusión, han de ser observados y evaluados;(…) ”.

Bibliografía
Ginzburg, Carlo. History, Rhetoric, and Proof. The Menahem Stern Jerusalem Lectures, London and Hannover 1999.
Ginzburg, Carlo. Mitos, Emblemas e Indicios. Morfología e historia. Editorial Gedisa, segunda reimpresión, febrero de 1999, Barcelona.

Ginzburg, Carlo. Checking the evidence: The judge and the historian. Critical Inquiry. Vol. 18, No. 1 (Autumn, 1991).
Nietzsche, Friedrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Consultado el: 23 de Junio de 2010 desde: http://www.nietzscheana.com.ar/sobre_verdad_y_mentira_en_sentido_extramoral.htm.
Vega, José Fernández. La escoba en la balanza. Reseña de: Ginzburg, Carlo. El juez y el historiador. Acotaciones al margen del caso Sofri. Universidad Nacional de Educación a Distancia y Universidad Autónoma Metropolitana, Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1993.
Vaihinger, Hans. La voluntad de ilusión en Nietzsche. Consultado el: 20 de Junio de 2010 desde: http://www.nietzscheana.com.ar/vaihinger.htm.
Heidegger, Martín. La época de la imagen del mundo, Caminos de Bosque. Madrid: Alianza, 1995.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Buscando encontrar

El que busca, dicen que esta peor que aquel que haya encontrado algo. El que busca algo que el que encontró ya posee.

Pues bién podemos invertir esto, y señalar mas especificamente acerca de aquel que busca que ya ha encontrado algo. Ha encontrado la búsqueda. Es decir que el que busca tambien ha encontrado algo.

Vayamos ahora con el que ha encontrado. Podemos señalar que éste mismo personaje que supuestamente ha encontrado algo, a la vez ha perdido algo. Ha perdido algo que antes poseía. La Búsqueda.

Es decir, mientras la actividad principal que se estaría deviniendo para el que búsca, está plenamente concentrada en su propia actividad, es decir en su propia búsqueda, aquel que haya encontrado algo, se ve arrojado inmediatamente después de finalizada su búsqueda, cuando encuentra, a un limbo de muy pocas certezas. Arrojado a la busqueda de la búsqueda. Y esta búsqueda parece un lugar frío y nihilista.

El hecho de encontrar, nos está estimulando a entender el mismo concepto con un prisma en donde encontrar significa en realidad contraponer. Encarar, definir. Verme a mi mismo reflejado en aquello que he encontrado. Ver.

jueves, 12 de agosto de 2010

El entimema a través de Ginzburg a la modernidad

Parte 1 ó sobre las conchas vacías

El presente ensayo tiene como objetivo fundamental dilucidar y actualizar el debate en torno a una figura que Aristóteles llamó Entimema y que, como veremos, está muy presente en la modernidad; para estos efectos buscaré entrar en el debate a través de algunos acercamientos efectuados por Carlo Ginzburg a través de su análisis de la figura del entimema y aquella referida al paradigma de inferencias indiciales. De esta manera derivaremos en el denominado modelo de justicia, que nos ayudará a comprender y extrapolar el ejemplo al ámbito historiográfico. Finalmente concluiremos con una breve referencia al debate surgido en torno a la verdad histórica y su trato para con el historiador, que ha ocasionado cierta resistencia por parte de Ginzburg.
Al analizar con detención el concepto de Entimema, usado en “la retórica” de Aristóteles, y recogido por Ginzburg en su texto History, Rethoric, and Proof: Aristotle and History, Once More me veo en la perspectiva ideal para relacionarlo con otro texto que Ginzburg presenta en su Libro Mitos, Emblemas e Indicios: Indicios, Raízes de un paradigma de inferencias indiciales . El primero tratado como un silogismo incompleto, y el segundo resumido como la inferencia de lo invisible a partir de lo visible. Existe en ambos casos un salto metafórico que se realiza, que resulta casi imperceptible en muchos ámbitos de la sociedad contemporánea. Esto porque tanto en el rol que cumple el juez, como en aquel que cumple el historiador, estos saltos, que no necesariamente responden a la búsqueda de la verdad, y sí se relacionan en cambio con otros preceptos de nuestra sociedad contemporánea, tienen una característica especial, que ya dilucidaremos, relacionada con la voluntad de ilusión y la imagen que nos hacemos del mundo.
El paradigma de inferencias indiciales no tuvo, sino hasta la intervención de Ginzburg, la atención requerida, según palabras del propio autor. Para demostrar la existencia de tal paradigma, recuerdo de todas las relecturas del texto particularmente el rol de Morelli, Holmes, Freud, y el ejemplo de los tres hermanos. Y en cada una de las reconstrucciones que buscaban demostrar la existencia de ese paradigma se refleja que la relación con la figura del entimema es más y más estrecha. Principalmente porque en cada una de ellas falta parte de la argumentación, por lo que estamos en presencia de un silogismo incompleto. Sin embargo quiero volver sobre algo anterior o incluso más simple. Cada una de ellas busca establecer una verdad. Ese es un hilo conductor que se está dejando de lado. Los ejemplos que da Ginzburg lo logran con distintos grados de exactitud. Existen ámbitos donde resulta muy útil, y ahí ubicaríamos a Holmes y los tres hermanos, ya que podríamos afirmar que Sherlock logra siempre inferir al asesino, como los tres hermanos al saber “leer las huellas” saben reconocer el pasado directo. En cambio Freud y Morelli están más expuestos al error. El más perjudicado vendría a ser Freud, que ha sido muy rebatido y cuyas conclusiones metodológicas distan bastante de ser la verdad que él quiso exponer o descubrir. Morelli, comete el error de querer uniformizar, normar y casi regular el uso de los detalles en las obras de arte, asumiendo que todas los lóbulos de oreja o uñas son iguales, cuando corresponden al mismo artista, por lo que esto expondría o descubriría al autor oculto (verdad oculta). Esta uniformización no constituye una verdad absoluta.
A pesar de todo lo anterior no pretendo renegar de algo que a mi forma de apreciar este asunto, Ginzburg descubre, pero no expone incisivamente. El asunto de la verdad, como concepción metafísica de la realidad, como directriz para la correcta inferencia a partir de los indicios, o a partir de la argumentación incompleta. Esta directriz no se corresponde en la contemporaneidad con un solo concepto político o social, ni tampoco con un núcleo de personas ejerciendo un poder desde lo oculto. Tratare de echar luces sobre este asunto tomando dos ámbitos de lo social de nuestros días, que creo que servirán para lograr llegar al fondo del tema. Por un lado la verdad construida (o aplicada) por el juez (o en su defecto por la ley, en ausencia de jurisprudencia) y por otro la verdad que busca el historiador (y que también pretende construir o reconstruir).
Si en algún momento buscáramos los culpables, deberemos encontrarnos con un escenario en el cual este proceso de dar por dada parte de la argumentación, para facilitar la inferencia de una verdad (del modo que sea), no es algo que necesariamente se dé en conciencia. Muchas veces lo condicionado que se encuentra en partes de la sociedad, es influido por algo similar a lo que Hegel llama “der Volksgeist”. No podemos entonces a mi parecer hablar de una supra-mente tras los hechos, sino mas bien de una influencia de la-forma-de-ser en el desarrollo del entimema. ¿Pero de qué manera se manifiestan los entimemas hoy?
En un recorrido interesante que hace Ginzburg en su breve ensayo Checking the evidence: The judge and the historian nos presenta en una primera aproximación los puntos en común de aquello que atañe más al ámbito social y aquello que lo hace más al ámbito del historiador. Sin embargo reconoce después que se ha tendido a instalar una tendencia:
“This judicial model, by emphasizing already existing tendencies, has had a double impact on historiography. On one hand it urges historians to focus on events (political, military, diplomatic) that could be easily ascribed to specific actions performed by one or more individuals; on the other it disregards those phenomena (like social life, mentalites, and so on) that resist an approach based on this explanatory framework ”.
Puedo entonces sin problemas hablar de que Ginzburg se refiere a que existe en efecto un sesgo, que viene a ser producto de un modelo judicial, que vendría a influir el trabajo historiador, generando un foco de atención en eventos significativos y dejando de considerar muchas acciones especificas que vendrían a caer fuera del marco de análisis.
Especificando, e hilando un poco más fino, puedo concluir que puede que sí en algunos casos la explicación histórica podría estar completa considerando solo algunos eventos y personas o grupos de personas responsables, ya que aquello específico que se omite no vendría a alterar mayormente la conclusión final. ¿Sin embargo qué sucede cuando ésta influencia, que ejercería lo-omitido, fuera realmente importante, o podría significar un debate enardecido y favorecer la desunión o la polarización? Aun así se omitiría. Porque es muy simple, ya que cae fuera del método, fuera de lo que se debe ocupar el mismo. ¿Y para qué?
Para favorecer las imágenes y las ilusiones que inevitablemente nos hacemos del mundo. Son con las ponderaciones recién vistas, que las gentes que habitan las sociedades le dan sentido a su tiempo. El Bicentenario, los héroes de la patria, el enemigo foráneo, los grandes eventos deportivos, el juicio de Núremberg, el fin de las ideologías, etc. Para la instalación en el disco duro de la sociedad de tales hechos, se tiende a prescindir de parte de la argumentación (fuese la que fuese) y se favorece así algo que Nietzsche denominaría la voluntad de ilusión. Cito:
“Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una verdad en el grado que acabamos de señalar. Si no quiere contentarse con la verdad en la forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará perpetuamente ilusiones por verdad ”.
Lo mismo sucede en aquello que hemos descrito hasta el momento, es decir this judicial model cambia ilusiones por verdades en muchos o la mayoría de sus casos (también los que atañen a la historia y al historiador).