La compasión,
entendida como presencia de pasión ([Mit-leid]
o con-pasión), tiene, en la vida y obra del autor, su origen en las enseñanzas
de Schopenhauer, y hasta cierto punto también, las experiencias compartidas con
Wagner. Intentaremos echar luces sobre ese asunto.
Zaratustra sugiere
que los “buenos y justos”[1]
odian en primer lugar a aquél que les “destroza sus tablas de valores; al
quebrantador, al infractor”[2].
Aun cuando, en perspectiva de Nietzsche, él que destroza sus tablas de valores
es realmente el creador. Para Zaratustra se debe: “busca[r] el creador y no
cadáveres, y no rebaños ni creyentes (Z “Prólogo”, 9)”. Pero, ¿cuáles son las
tablas de valores que Nietzsche quería destruir? Si le queremos creer a
Goedert, entonces Nietzsche guía la representación del mundo como obra de un
Dios “sufrido y agónico”[3]
a partir de su propia experiencia, y más aún, a partir de su propia obra hasta
ese momento. Es por esto que aparece la sugerencia de comprender este ejercicio
como una forma de romper sus propias y personales tablas de valores.
La
situación finalmente gira alrededor de la comprensión del pensamiento trágico. La
única forma de decir-sí [Bejahung][4]
a la contradicción y al conflicto de manera honesta y real, es que no solamente
Zaratustra crezca por encima de sí mismo y ofrezca su “miel” desde adentro (lo
cual le significa a Zaratustra retornar derrotado a su montaña), sino que
también es el propio Nietzsche quién debe romper sus tablas de valores mediante
las enseñanzas del profeta. No puede ser considerado entonces, en perspectivas
de Goedert, como una casualidad que “Así
habló Zaratustra” haya sido trabajado por el autor alemán entre 1883 y 1885;
esto le otorga el lugar entre “La gaya ciencia” y “Más allá del bien y del
mal”. La gran trasgresión se produce, como ya se argumenta en el primer
capítulo de manera amplia, con “La genealogía de la moral”; pero es el inicio
del proceso de la creación de nuevos valores, que tiene su origen en “Así habló
Zaratustra”. Estas ideas no son nuevas ni descabelladas. Ya en su Ecce Homo,
Nietzsche nos muestra como este libro representa un quiebre que ya se insinúa
en “La gaya ciencia”: “que tiene cien indicios de la proximidad de algo
incomparable” (EH “Zaratustra”, 1).
Ahora,
más allá de lo fáctico de tal situación encontramos un indicio al cual elijo
otorgarle un peso especial por dos razones: Uno, por aquello que representa, y
dos, porque la indicación proviene del propio Nietzsche:
Si, por el contrario, cuento a partir de
aquel día hacia delante, hasta el alumbramiento [de Zaratustra], que sucedió de
manera repentina y bajo circunstancias de lo más inverosímiles en febrero de
1883 – la parte final, esa misma de la que he citado algunas frases en el
Prólogo, fue concluida exactamente en la hora sagrada en que Richard Wagner
moría en Venecia, – así resultan dieciocho meses de embarazo. (EH “Zaratustra”,
1)
Como es sabido, no solamente
Schopenhauer ejerció fuertes influencias sobre el joven Nietzsche, sino también
Wagner cumple durante los primeros años un rol de relativa preponderancia. Las
referencias son variopintas; pero no se nos debe escapar el hecho, de que
Nietzsche y Wagner se fueron alejando, llegando a tal punto de que Nietzsche le
dedicara más de un libro entero, exponiendo sus profundas diferencias.[5]
Lo fundamental, para nuestros efectos en este caso, es que Nietzsche pareciera
posicionar, no sin un mínimo grado de ironía y cinismo, la muerte de Wagner en
función del nacimiento de Zaratustra (EH “Zaratustra”, 1). Dicho de otra manera,
podemos estar seguros de que Nietzsche nos está sugiriendo una analogía, que
bien puede entenderse bajo los preceptos de que no es solamente la persona de
Richard Wagner quién muere en tal momento, sino también parecieran ser las
enseñanzas y residuos de Wagner en Nietzsche, quiénes mueren con el nacimiento
de Zaratustra (EH “Zaratustra”, 2). Fallece Wagner, “se gira el destino del
alma, avanza la aguja, comienza la tragedia” (EH “Zaratustra”, 2).
[1] Ibíd. Cabe destacar aquí
que “los buenos y justos” se corresponden en ojos de Goedert con una clara
referencia a [la moral de] los filisteos. Véase Capitulo primero, apartado
3.1.: “Compasión contra compasión”.
[2] Véase Ibíd. 108. El autor
cita a: Z I, “Trasmundanos”.
[3] Ibíd. 33.
[4] Ibíd.
[5] Véase CW y NCW.