domingo, 2 de febrero de 2014

Gracias por nada (o gracias por lo obvio), Parte I

 Personalmente siento, que en ojos y mente de Violeta concebía la vida como una forma de dar, así su emotividad le fue exigiendo una entrega total. No es por su puesto una entrega a Chile, sino al arte en el contexto de una búsqueda de identidad perdida. Esta es claro una identidad colectiva, o quizás justamente el anhelo a causa de la ausencia de ella. Quizás tal como ocurre en la trilogía de Tolkien, en dónde Arwen se encuentra ligada al destino del anillo; si el mundo cae, ella cae con el mundo. Algo similar le parece haber sucedido a Violeta.

La canción “Gracias a la vida” está estructurada en X versos, no posee ningún tipo de coro, es repetitiva, quizás incluso algo monótona, y a la larga pareciera no transmitir demasiada alegría aunque si se podría decir que puede resultar relativamente apaciguante. Cada verso tiene cinco líneas en donde todas ellas comienzan con Gracias a la vida y cinco de ellos culminan con referencias a una persona específica, su gran amor-desamor Gilbert Fabres. Dichas culminaciones no parecieran ser aleatorias, más bien todo lo contrario, podría simbolizar justamente aquello que la podría salvar, lo único que le da esperanzas, pero que dadas las circunstancias, ya al momento de componer esta canción está decidido, o mejor dicho, terminado.

Veámos el resto de la canción, el mensaje en sí:

El primer verso trata de los ojos. Violeta da gracias a la vida por darle sus dos luceros, que cuando ella los usa, dice ella, puede distinguir contrastes (lo negro del blanco, algunos dirían una función básica de los ojos), puede ver el cielo y sus estrellas, pero nada menciona de ver realmente, quizás solamente se refiere a mirar (diferenciación que usa Carlos Castaneda). Pareciera aquí solamente destacar que puede ver (o mirar) a su amado.

El segundo verso habla del oído, al cual ella da gracias y sigue mencionando situaciones cotidianas, para algunos quizás algo obvias, donde destacan algunas que pueden ser consideradas “buenas” y otras “malas”. Entre las buenas tenemos el canario, el grillo y los chubascos, y las “malas” podrían ser los martillos, las turbinas y los ladridos. Nuevamente el verso culmina con el reconocimiento, al parecer sin ironía, a que lo que realmente escucha es a su bien amado.


A continuación, dado que ella dio gracias a la vida por poder oír, ahora agradece el hecho de que exista el sonido, una tremenda obviedad, ella nos indica que “el mundo suena”. No deja de mencionar el abecedario, mediante el cual operacionaliza el sonido (otra vez algo que podría ser considerado una obviedad). Agrega además que el abecedario que es cultura, y entrega (y quizás más que nada limita) en seguida una pista acerca del lenguaje ya que adquirir el lenguaje significa (para todos) poder pensar y declarar en y con palabra. 

(continuará...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario